
Preguntado por el referéndum del 1-O, Jordi Turull (conseller de Presidencia y portavoz del Govern de la Generalitat) dijo ayer en rueda de prensa: “Lo determinante es que los ciudadanos de Cataluña el 1 de octubre acudan a las urnas y se comporten como ciudadanos y no como súbditos”. Y añadió: “La gente es demócrata, la gente no querrá quedarse en casa como súbditos”1.
No hay mucho más que añadir. No recuerdo que nunca antes se haya tachado de poco demócrata y de “súbdito” (que supongo que para Turull es una cosa muy fea) a los que, por las razones que sea, eligen ejercer su derecho a la abstención. Ni que se les pueda considerar menos ciudadanos por ello. ¿Declaraciones como éstas van a atraer a más gente a los (hipotéticos) colegios electorales del 1-O? Diría que más bien al contrario. Creo que lo único que hacen es profundizar en la división social que ya se palpa en Cataluña, en la que unos son los libres y demócratas y los otros somos los esbirros de un régimen totalitario.
Si tanto preocupa la participación a los organizadores del referéndum del 1-O, una solución podría ser instaurar el voto obligatorio: aún están a tiempo, es perfectamente democrático y daría a la abstención mucho más valor.