21 de septiembre de 2017

Ayer leí en un periódico (no recuerdo cuál) que nadie podía sorprenderse de que la semana previa al 1-O fuese de máxima tensión. Y es verdad: la manifestación de ayer iba a acabar ocurriendo, de un modo u otro, uno de estos días. Sigo pensando que la manera de actuar de la Guardia Civil fue demasiado provocadora (supongo que obedeciendo órdenes), pero a la vez estoy seguro de todos los involucrados en el referéndum ya habían planeado subir la temperatura al máximo en los próximos días. Los registros y las detenciones han sido la mejor excusa que podían tener.

Hoy han continuado las réplicas en “la calle”, es decir, en la vida diaria, mi vida diaria: alguna conversación en el gimnasio, un par de chavales con la estelada a modo de capa paseando por el centro, una chica con la camiseta de la Vía Catalana en el autobús. No tendría que sorprenderme, cierto, aunque quizá lo que siento tienda más bien inquietud. Hasta ahora el choque de trenes era cosa de los medios y de alguna manifestación localizada. Ahora la protesta está muy cerca, a unos metros de mí, me llega en forma de emails, sobrevuela mi cabeza en forma de helicóptero de los Mossos. Hoy el editorial de La Vanguardia pedía serenidad, lo cual tampoco tranquiliza. Desde ayer he leído varias veces que “la protesta ha tomado la calle” y frases parecidas: pues bien, la calle es diversa e imprevisible, a veces impulsiva. El independentismo ya no podrá volver a decir que en sus manifestaciones “nunca se ha roto ni un cristal”, como hace desde hace años1,2:


Cruzo los dedos para recordar algún día estos días como una anécdota aventurera en una sociedad poco acostumbrada a asomarse a este tipo de aventuras.

1 https://cronicaglobal.elespanol.com/politica/pujol-si-nos-hemos-hecho-independentistas-es-para-que-cataluna-siga-siendo-un-pais_7596_102.html

2 http://www.europapress.es/catalunya/noticia-govern-destaca-manifestacion-independentista-fue-masiva-ejemplar-20170912140626.html