9 de octubre de 2017

¿Veremos mañana una línea gruesa separando España de Cataluña en Google Maps? La largamente esperada declaración de independencia está aquí. El fin del procés. El botón nuclear. Después de unos días de relativa calma, mañana nos enfrentamos a la nueva fecha clave en esta traca final.

Aprovecho estas últimas horas para reflexionar. Esta última semana el independentismo se ha quedado sin muchos de los apoyos políticos y económicos con los que creía contar y ha perdido iniciativa. El ambiente se ha relajado, lo cual es muy de agradecer. Poco a poco todos hemos ido volviendo a nuestra rutina diaria. ¿Me preocupa que dentro de 24 horas Cataluña pueda ser un país independiente? No demasiado. Me preocupa más que se reproduzca la tensión social que hemos vivido en estas dos últimas semanas. Me preocupa que mañana a estas horas las cassolades estén volviendo a sonar. Escuchar consignas a voz en grito por la calle, ver policías deteniendo a gente. Me preocupa más volver a meterme en la cama con el nudo en el estómago que me impidió dormir la noche del 1-O.

Esta noche mismo, a menos de 24 horas de la trascendental declaración de independencia, no he oído ni una cassolada en mi barrio. Ni he visto una sola pintada alusiva al respecto. Eso es buena señal, supongo. Tengo la esperanza de que mañana Puigdemont declare una independencia simbólica, diferida o reversible: un invento retórico para contentar a los suyos sin lanzarse (ni lanzarnos a todos) por el precipicio. Pero incluso si Puigdemont decidiera apretar el botón nuclear y proclamar mañana la República Catalana, la respuesta, tanto del gobierno de Rajoy como de las instituciones europeas, sería tan clara y contundente que no creo que nadie llegase a sentir que realmente ha pisado Ítaca

Estoy más tranquilo que la noche antes del 1-O. ¿Es buena señal? En 24 horas hablamos.