20 de septiembre de 2017

Concentración frente a la consellería de Economía (foto: La Vanguardia).

En este blog he incidido varias veces en el hecho de que, con el 1-O casi encima, prácticamente nadie hablaba del referéndum por la calle, en mi entorno, en mi vida cotidiana. Eso lo asociaba al escaso impacto que la llamada a votar estaba teniendo entre la ciudadanía que no simpatiza particularmente con el independentismo. En la entrada anterior decía que, por primera vez, ayer había oído a alguien hablar del 1-O por la calle, camino del trabajo.

La velocidad meteórica a la que se suceden los acontecimientos ha hecho cambiar eso, no sé si momentáneamente o no. El registro esta mañana de diversas conselleries y la detención de algunos cargos de la Generalitat ha provocado por primera vez comentarios de perplejidad entre mis compañeros de trabajo (del tipo “qué fuerte lo que está pasando”), lo que realmente indica el enorme impacto mediático de la actuación de la Guardia Civil.

Por un lado, pienso que si hay pruebas de que los detenidos han vulnerado las leyes hay que actuar. Pero, por otro, pienso que si los que se saltan las leyes son tantos y representan a una parte relevante de la sociedad, lo que hay es un problema de fondo no sólo legal sino político que se ha dejado enquistar. Estas detenciones han sido dictadas por un juez de Barcelona y quiero suponer que tienen una base jurídica muy justificada. Atemorizar no es el trabajo de las fuerzas de seguridad ni es una estrategia inteligente (ni digna) por parte de ninguna institución democrática. Las órdenes del juez podían haberse cumpliado de una manera mucho más discreta, sin un desfile de uniformes que no hacen otra cosa que nutrir la provocación.

Si hace unos días mencionaba aquí la escasa visibilidad (en Barcelona) de campaña del SÍ, lo ocurrido esta mañana supone la mejor campaña que los independentistas podrían tener. No tengo duda de que van a saber explotarla al máximo (hoy mismo, el President Puigdemont ha dicho que «esta agresión está fuera del amparo legal»1, probablemente sin darse cuenta de la ironía de lo que decía). Quizá desde Madrid las cosas se vean diferentes y algunos celebren la demostración de fuerza tan largamente esperada, pero como unionista catalán me inquieta que lo sucedido hoy sólo sirva, al final, para que el independentismo gane apoyos.

Sinceramente, esperaba llegar al 1-O en medio de un gran estruendo mediático pero con tranquilidad en la calle. Hoy había quedado para comer en la plaza Urquinaona, no muy lejos de una de las sedes registradas, y las sirenas de los coches patrulla yendo y viniendo y el zumbido incesante de los helicópteros otorgaban una proximidad al conflicto que me han dejado muy mal cuerpo.

1 http://www.ara.cat/politica/Guardia-Civil-departament-dEconomia-Generalitat_0_1873012787.html

Un indepe en el autobús

Esta mañana, a doce días del 1-O, he escuchado por primera vez en la calle una conversación sobre el referéndum. Bueno, de hecho no era una conversación: era una especie de monólogo de un señor mayor en el autobús (el V13 concretamente). Era un hombre bien vestido que se dirigía a un par de estudiantes adolescentes a las que evidentemente no conocía. Yo estaba sentado en la parte de atrás y me llegaban retazos de la conversación cuando el hombre alzaba la voz. Le he oído mencionar que “los invasores españoles tenían un cuartel donde ahora está la Universidad Pompeu Fabra”; animaba a “llevar la pegatina con el CAT en las matrícula”; y aseguraba que “de aquí al 1 de octubre va a haber cacao”. Luego la conversación/monólogo ha derivado hacia el terrorismo islámico y el anciano ha defendido con vehemencia la aplicación de la pena de muerte en casos de terrorismo.

No pretendo que ese personaje represente al independentismo ni nada parecido: era simplemente un abuelete excéntrico de los que hay en todas las ciudades y pueblos, siempre dispuestos a atacar su tema favorito. Simplemente me ha sorprendido oír, por primera vez, a alguien hablando del 1-O en el autobús, ya que uno esperaría que a doce días para el (teórico) referéndum el tema estuviese mucho más presente en las conversaciones de la gente.

Ciudadano Turull

El portavoz del Govern, Jordi Turull, hoy mismo, sobre las acciones del Gobierno contra el 1-O: «Al final, van a prohibir ser catalán»1. No sé si hace falta añadir algo más. Turull es la misma persona que insinuó hace unos días que los que pensábamos no votar el 1-O éramos «súbditos», poco demócratas y cuestionables ciudadanos2.

1 http://www.lavanguardia.com/politica/20170913/431264206122/juez-obliga-cerrar-web-oficial-referendum-1o.html
2 http://www.lavanguardia.com/politica/20160421/401266090163/turull-acusa-a-rajoy-de-tratar-a-los-catalanes-como-subditos.html

El mundo nos mira

La aprobación de la Ley del Referéndum el pasado miércoles (y, al día siguiente, la de Transitoriedad Jurídica) ha supuesto el impacto inicial del choque del trenes. ¿Qué sensación me queda en estos momentos? Que, pese a que los independentistas han impuesto su superioridad en escaños, la victoria no ha sido tan lucida como pretendían. No tengo la sensación de haber vivido un momento histórico, sino un día de agotadora bronca en el Parlament, con ambos bandos recurriendo a todo tipo de triquiñuelas parlamentarias para acelerar el proceso de aprobación (los independentistas) o para retrasarlo (los no independentistas). La votación final de la Ley del Referéndum, ya de madrugada y en un Parlament medio vacío, requirió de el canto de Els Segadors por parte del independentismo para dar algo de empaque histórico a una jornada caótica. Seguramente no fue lo que nadie esperaba para un día tan trascendente, lo cual no deja de resultar sorprendente teniendo en cuenta que “El món ens mira” (“El mundo nos mira”).

Empieza el choque

Pues ha llegado el día: hoy comienza el tan aplazado choque de trenes: un choque a cámara lenta que durará unas cuantas semanas y que sin duda se ganará un sitio en los libros de Historia. Mientras escribo esto, y siguiendo el guión previsto, los grupos independentistas han pedido una alteración del orden del día en el Parlament para introducir la votación de la Ley del Referéndum: el minuto cero del choque. Además, en un giro no previsto por el guión, la Presidenta del Parlament ha hecho coincidir la votación con una petición de recusación de todos los miembros del Tribunal Constitucional, un hecho inaudito en la historia de este organismo y que pretende, naturalmente, bloquear o retrasar la decisión del tribunal (aunque, paradójicamente, suponga su legitimación por parte de los que argumentan a favor de la desobediencia y el desacato).

Nos esperan tres semanas llenas de tensión política, declaraciones encendidas, manifestaciones multitudinarias, giros inesperados y muchos, muchos golpes de efecto destinados a descolocar al adversario. ¿Qué pensaremos de “los hechos de septiembre de 2017” cuando leamos sobre ellos en los libros de Historia? ¿Bajo qué luz los retratará la posteridad?